El domingo 22 la esperanza se tornó en certeza

"Estoy bien, gracias a Dios, espero salir pronto. Paciencia, fe. Dios es grande, y con la ayuda de mi Dios vamos a salir con vida...". Mario Gómez, de 63 años, escribió el mensaje a 700 metros de profundidad. El 5 de agosto, un derrumbe lo atrapó a él y a 32 compañeros en la Mina San José, al norte de Chile. El país estaba en vilo desde entonces, pero el domingo 22 la esperanza se tornó en certeza. El presidente Sebastián Piñera anunció que "de las entrañas de la tierra" emergió esta nota: "Estamos bien en el refugio los 33".

Las crónicas reportan que el país "salió a las calles a festejar como si se tratara de un triunfo deportivo". La supervivencia de una, 10 o 30 persona supera cualquier gesta atlética. "Nunca tan pocas palabras habían provocado tanta alegría en un país entero", declaró Piñera, cuyo gobierno responsabiliza de negligencia a la propietaria de la mina de oro, plata y cobre, en explotación desde hace un siglo.

El rescate puede tardar meses. Lo importante, ahora, consiste en mantener en alto la moral de los obreros y en proveer de agua, oxígeno, alimentos y otras provisiones al refugio donde se hallan.

Los mensajes de los mineros llegaron a la superficie a través de una sonda que perforó hasta el fondo del yacimiento. El derrumbe ocurrió a 700 metros y 30 más abajo se localiza el refugio. Luego del accidente, como siempre ocurre, el Gobierno anunció el cierre de la mina "por insegura". Si lo era, ¿por qué seguía entonces abierta? La misma, vieja y absurda historia de siempre. El lucro por encima de la vida.

El suceso remite a Pasta de Conchos, en Coahuila, donde el 19 de febrero de 2006 65 obreros no tuvieron la misma suerte —ni merecieron igual atención del Gobierno federal— que sus compañeros chilenos. Se supone que todos murieron por una explosión de gas metano a cientos de metros de profundidad, en el yacimiento carbonífero de Minera México de San Juan de Sabinas. La negligencia y la corrupción de la empresa, las autoridades del Trabajo y el sindicado concurrieron para causar una tragedia aún impune.

Nunca se sabrá si en Pasta de Conchos hubo sobrevivientes que salvar, pues, por lo visto, ningún plan de rescate tuvo ese propósito. Para no exponer más vidas inútilmente, se adujo. Sin embargo, de haberlos habido, de cualquier forma hubieran fallecido por el tiempo que permanecieron bajo tierra.

En tal circunstancia, los estudios forenses habrían determinado las causas de muerte. Acaso para prevenir otro escándalo, y ante la presión de los deudos por recuperar los restos, la empresa decidió sellar la mina. De nuevo, con la aquiescencia del Gobierno federal.

En Pasta de Conchos la desinformación y el caos imperaron desde un principio. La soberbia del Grupo México, la impericia de la administración central y el desapego del sindicato que lidera el prófugo Napoleón Gómez Urrutia, escribieron una de las páginas más abyectas de la minería nacional. En Chile, Piñera acude a la mina, se solidariza con los obreros y sus familias. En México, Fox jamás puso un pie en Pasta de Conchos, algo indigno de un gobierno cuyo partido se dice humanista.

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