estudia diplomado, diplomados en peruDurante la infancia, el vínculo entre los niños y la lectura goza de una excelente salud. Sin embargo, al llegar a la adolescencia la relación transita por una fuerte crisis. Como padres, es necesario comprender que confiar esta responsabilidad sólo a la escuela puede conducir al fracaso.

El libro ha sido, es y será el transmisor cultural por excelencia, aunque muchos pensadores le hayan vaticinado una rápida desaparición a partir de la llegada de Internet. Sin embargo, basta recordar que en la década del 50 del siglo pasado se auguró que la televisión destronaría a la radio y hoy asistimos a la convivencia armoniosa de ambos medios.

En la actualidad, es frecuente que padres y maestros se quejen de que los adolescentes no leen o, mejor dicho, que se limitan a tomar contacto visual con el objeto libro sólo por obligación; leen nada más que las páginas indicadas por el profesor para un examen.

Por su parte, las librerías informan que los jóvenes no compran libros, y las bibliotecas, que el porcentaje de libros solicitados en préstamo ha disminuido de manera considerable. Esta situación, que puede calificarse como crisis de la lectura, no es privativa del segmento de los jóvenes, sino que también se extiende hacia el público adulto.

Las estadísticas observan que más del 60% de los hogares de países como España, México o los Estados Unidos no adquiere ni siquiera un libro al año.

Los padres de adolescentes se preocupan ante el desinterés y el desgano que sus hijos manifiestan a la hora de leer. Se preguntan cómo van a obtener un título universitario si no han adquirido el hábito de la lectura. En este sentido, responsabilizan a la escuela.

Y tal vez es en este punto donde comienza a desarrollarse un complejo entramado de situaciones. Los maestros sostienen que los primeros hábitos de aprendizaje se siembran en el hogar y, si los niños y jóvenes no ven leer a sus padres, no pueden imitar este ejemplo.

También, los acusan de no poner límites a la cantidad de horas de televisión, chat o navegación por la red que consume el adolescente. Presentada la situación, ¿de qué manera se puede estimular a los adolescentes a encontrar placer en la lectura?

Leer por obligación

Muchos padres intentan imponer el hábito de la lectura a sus hijos por decreto. Es sabido que basta con imponerle algo a un adolescente para que realice exactamente lo contrario.

Por su parte, las instituciones educativas también exigen a los jóvenes estudiantes que lean. Parece ser que la obligación es lo que convierte, por un lado, al hecho de leer en una distancia aburrida, molesta y desagradable y, por otro, al libro en un objeto que sólo se relaciona con la tarea escolar.

Entonces, lo que se debe comprender es que se trata de crear un hábito que, si bien le redundará al joven múltiples beneficios en distintos aspectos, debe tener una única finalidad: la obtención de placer. Sólo así se formarán el disfrute ante cada situación de lectura.

Había una vez, un lector…

Si bien ante la siguiente sugerencia muchos padres de hijos adolescentes pensarán que la propuesta es poco menos que una utopía, vale la pena intentarlo. Más allá de los gustos cambiantes típicos de la etapa adolescente, todo padre o madre que se comunica con su hijo conoce al menos algo de sus gustos o intereses. Por lo menos, tiene alguna idea sobre si sus temáticas de interés se orientan, por ejemplo hacia los deportes extremos, la música, el bonsái o un autor o género en particular.

Desde hace algunos años, el mercado editorial se encuentra saturado. ¿Qué significa esto? Simplemente, que existen demasiados libros. En esta inmensa diversidad existe un libro adecuado para cada gusto o necesidad.

En lugar de exigir u obligar al adolescente, para comenzar, tal vez sea más útil adquirir un libro que responda a sus intereses o alguno con el que se sienta identificado, leerlo y luego, en distintos momentos, hacer comentarios hasta lograr despertar su atención. Entre muchas posibilidades, una es que pida el libro para leerlo por sí mismo.

¿Cuál es la idea? Muy pocas personas pueden resistirse al encanto de que comiencen a contarles una historia…

Como padres no debemos

-Ponderar o enaltecer de manera excesiva el libro y el hábito de la lectura.

-Criticarlos, calificándolos de "incultos con futuro incierto", por no leer.

-Pensar que fomentar el hábito lector es responsabilidad del profesor de lengua y literatura de la institución escolar.

-Descalificar otros materiales de lectura igualmente válidos, por ejemplo, los cómics.

-Estimular la lectura con un sistema de premios y castigos.

-establecer a priori un listado de los libros que deben leerse. Recordar que el objetivo fundamental es que descubran el placer de la lectura y no que respondan al corpus establecido por la cultura.

"Nunca se debe ordenar leer un libro a nadie. Lo mejor es sugerir, mostrar, indicar, aquellos libros que nos parecen los mejores, para que nuestros hijos se diviertan y aprendan"

Fuente: Lexus Editores